LA IGLESIA:
Se ha dicho, y no sin razón, que “ el predominio de los jesuitas en los dos primeros tercios del siglo XVIII, aplastó a la iglesia y a las órdenes religiosas”. Los obispos fueron sacerdotes cuerdos, apostólicos y virtuosos, que generalmente se inspiraron en los principios de la compañía de Jesús, cuyo lema era evitar dificultades. De ellos, los más notables fueron Alonso del Pozo y Silvia y Manuel Alday, ambos chilenos.
LA EDUCACIÓN:
La instrucción primaria.
Esta rama mereció ahora mayor atención de parte de las comunidades religiosas y de los cabildos.
Las escuelas primarias parroquiales y la de los cabildos eran publicas y gratuitas para los pobres. Los maestros no eran siempre los párrocos, pues los laicos también eran admitidos en la enseñanza.
La enseñanza secundaria.
Los establecimientos secundarios seguían siendo los seminarios, el convictorio de San Francisco Javier y los colegios de las demás ordenes religiosas. Allí se aprendía preferentemente el latín, por la gramática de Antonio de Nebrija.
LA LITERATURA:
Durante el siglo XVIII, decae el interés por los temas relacionados con la guerra de Arauco: la poesía épica y la antigua crónica guerrera ceden el campo a las descripciones histórico- geográficas, destinadas a dar a conocer al país en el viejo mundo y publicadas por algunos jesuitas expulsos, en todos los cuales alienta un profundo amor al terruño. Fueron los padres Olivares, Vidaurre y Molina, que escribieron en el destierro.
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